La Corte del Conejo Real●●○

Oscuras franquezas suceden detrás de aquellas abstracciones verdes llamadas malezas, esas brujitas que tienen sobre poblada la pradera azul, son las responsables; en este paraíso es donde todos mis otros colegas liebres van a concebir las dulces mentes del mañana, por un lado yace la hermosa pradera, de tonos azulados y una capa de pintura dorada que resalta cuando el sol ya no está mirando de frente.

Por otro lado se encuentra el gran valle de roca liza, un enorme lago se ubica en su centro como un oasis en pleno desierto… pero aquí en este paraíso, no hay espacio para las ilusiones. Hay varias reglas que mantienen el equilibrio de dicha utopía natural, todo en armonía continua a medida que los animales se muevan en el curso que la madre naturaleza les indica.

Es importante recordar que según mis creadores, a los pequeños conejos no se les darán zanahorias naranjas, solo violetas y rosadas. Los colores que consume un conejo en su desarrollo serán importantes para lo que se convertirán en el futuro.

Siempre me ha tenido sin cuidado dicha regla, aunque de hecho es la única que logro recordar constantemente, pero me pregunto qué tan alta será su importancia en este maravilloso equilibrio de etiqueta.

Me levanto justo cuando el sol se alza en contra del rocío, no es mi precisa intención pero así mi cuerpo está comprometido con el día, la luz y su energía. Mi nombre es Lancelot Cort, y soy una liebre, un pequeño lapin con tonos de color café regados por el blanco follaje corporal; me espera un recorrido eterno a través del mundo de la naturaleza osada, la vida envuelta en peligros que quizá tu, verías con normalidad; viajo a través de los senderos azules de la bella pradera por la que la respiro bondades, y enmendado con mi propio espíritu me dedico a salir en búsqueda del príncipe de los conejos.

Mis ojos duelen, no sumo más de cinco meses de haber nacido, soy lo que los lobos dirían «cuero ligero sin relleno»; aun así me siento grande…porto las dimensiones necesarias para brincar como ningún otro conejo lo ha hecho antes, sin pesos extra ni ausencia de gravedad, no le resto prisa a mi velocidad y al gran destino me apresuro a llegar. Me han dicho duramente que la corte real no espera por nadie, que si por turbulencias te excusarás, mejor evita llegar en primer lugar.

Hay un mensaje crucial que he de entregarle a la familia real, se trata de una amenaza de muerte decretada por el mismísimo lord de los cobayos; atentará gravemente contra la vida del príncipe si no se cumplen las ofrendas a su segunda mujer.

La misma que se rumorea haber dormido con el rey liebre… ¡qué bochorno! Me indigno por el cómo la realeza parece solo traer dramas amargos a la bondadosa tierra de los amaneceres azules, la tierra de aura dorada; pero así es, me doy cuenta que los grupos más privilegiados del reino son aquellos que guardan más secretos innecesarios, y curiosamente conectados a múltiples acciones que su orgullo deformado -imagino- no los deja aceptar su responsabilidad.

En el turbio camino empiezo a recordar a un gran amigo, muy extraño pero envuelto en la túnica única de su personalidad transparente, hablaba en una especie de acertijos que hasta el día de hoy me pregunto que significarán en su totalidad. Lo identifico como un ser humano aunque por como hablaba parecía mucho más. Él se hacía llamar de la realeza y no tenía un nombre definido (al menos no que yo sepa), era de cabello rubio, tez blanca y una actitud preguntona que podía percibirse como ignorante y no curioso. Sin embargo yo nunca llegué a concluir dichas palabras, en el corto tiempo que compartimos me enteré que su misión de vida era atravesar el espacio y viajar de planeta en planeta, en búsqueda del amplio conocimiento que no se presentaba posible en su pequeño lugar de origen.

Siempre lo recuerdo con cariño, cada vez que mi camino se traza con motivos como este: advertir a los hermanos de mal corazón de la tragedia que se les avecina, cuando pienso que al revés las cosas deberían ser. Desde que tengo conciencia y he tomado experiencia, pienso que las consecuencias deben tocar la puerta de quien las convoca, directamente nunca de manera inconsistente; de no ser así, el individuo nunca aprenderá.

En palabras de mi dulce amigo, donde quiera que esté… aplicaré lo que mi corazón me dice y tomaré mi propia misión del día con la pureza y determinación con la que el principito lo haría.

“He aquí mi secreto, que no puede ser más simple: solo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible a los ojos.» – Le Petit Prince (Antoine de Saint-Exupéry – 1943)

#UniversoDeTinta●●

 Fotografía por: @JashandroidIMG_20160815_205714

Deja un comentario